De Claremont, Byrne, junto a varios artistas y los años ochenta

En un lugar de mi biblioteca, de cuyo sitio no quiero acordarme, no ha mucho que tenía un cómic que englobaba los números 11 al 15 de Classic X-Men. Al encontrarlo nuevamente me surgió la duda, ¿qué hacer?, ¿leerlo o no leerlo? Esa era la cuestión. Su potente portada me atrajo con incertidumbre y cautela, pues en ella se veía cómo el “Señor del Fuego” golpeaba a Jean Grey-Fénix. Pasé la página con la esperanza de que en su interior se hallase la respuesta a tan brutal ataque y, si entonces estaba ya decidido a leerlo, más todavía cuando vi los autores que me esperaban para paladear la obra. El guionista Chris Claremont encabezaba todo un equipo en el que se incluían Dave Cockrum, John Bolton… y ¡el mismísimo John Byrne! Cuando leí estos nombres me di cuenta de que realmente estaba ante un gran clásico, algo que tenía que ser bueno, pues si juntar a Claremont y a Byrne no era una bomba en potencia nada lo era. Me encontraba ante un pequeño tesoro que esperaba ser descubierto y yo era el afortunado.

Tranquila y pacientemente fui paladeando el guion que me proponía Claremont con esa sutil prosa poética que vertía en sus páginas, muchos de sus diálogos escondían un texto poético y profundo con una correlación de situaciones en las que encajaba todo como un guante, nada de emborronados bocadillos ilegibles. Lo que me encontré fue todo un cántico a la buena escritura y al buen hacer de las palabras, del cuidado de la palabra y de lo que se puede hacer con ella, toda una muestra de narración pura, dinámica y llena de vitalidad que desborda sabiduría y buen hacer a raudales y que irradia por todos lados conocimiento tanto de los personajes como de la vida. Los guiones de Claremont están empapados de la experiencia de un autor que va un paso más allá con la palabra, la fusión con los dibujos lo hace un todo increíble y completo, de una calidad intachable.

Pero no solo del maestro Claremont vive el hombre, porque no solo de palabras viven los cómics. Los dibujos de este tomo están realizados por algunos de los autores más alabados del mundo del tebeo: Dave Cockrum, John Bolton y por supuesto John Byrne. De entre ellos destaca el mago de los lápices John Byrne, que se marca un número 15 en este tomo que es digno de revisar una y otra vez. Esos cuerpos tan bien definidos de la Patrulla-X y esos trazos vertiginosos y con un acabado espectacular hacen de Byrne el autor idóneo para este Classic X-Men. Todo ello constituye un conjunto perfecto dotado de vida propia y deja una sensación al lector de que todo lo que ha vivido ha sido orquestado y secuenciado por manos de genios. Encontrar cómics de esta envergadura es sacar a relucir toda una odisea de vivencias de todo tipo clasificadas en un mundo en papel que pueden revivirse constantemente hasta el fin de los tiempos y siempre te dejará ese regusto a cómic del bueno, del de toda la vida, del que llega al corazón y te atrapa.

Este cómic fue publicado en 1987 en pleno reinado de Claremont en la Patrulla-X, un supergrupo que ya había madurado, pues llevaba una década regido por el maestro de la palabra. Este autor y sus compañeros dibujantes realizaron, tanto en este tebeo de los Classic X-Men como a lo largo de todos los cómics de la patrullosa de los años ochenta, aventuras únicas, novedosas y brillantes que despertaron en el mundo entero la pasión por los mutantes y por ende por los cómics de superhéroes. Pero en la vida de la época se vislumbraba un cambio de ciclo, la sociedad empezó a abogar por los derechos humanos, llegó el final de la “Guerra Fría” y la caída del muro de Berlín. Una nueva época de libertad se avecinaba y los antiguos mantras empezaron a estar de capa caída. Estos cambios también se dejaron ver en La Patrulla-X y entre el periodo de finales de los ochenta y principios de los noventa se respiraba otro ambiente en la dirección de la sección mutante y Chris Claremont terminó su historia de amor con la Patrulla-X, pero eso… eso es otra historia.